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lunes, 28 de marzo de 2011

Los oceanos del mundo están en peligro extremo.

Este tema aterrador muestra cómo el capitalismo rapaz, con la ayuda de la pesca de arrastre, destruye la vida en el mar, lo contamina con mercurio y, de paso, derrite los glaciares del Ártico y cambia el clima, sin que nadie frene esta devastación. Bajo el título El Destino del Océano (The Fate of the Ocean) el tema fue abordado por Julia Whitty en 12 páginas de la prestigiada revista bimestral Mother Jones, una de las escasas publicaciones alternativa a los monopolios de la gran prensa estadounidense.
                                             
Los problemas oceánicos encontrados antes a escala son ahora pandémicos. Los datos de la oceanografía, la biología marina, meteorología, ciencia de la pesquería y glaciología revelan que los mares están cambiando de manera ominosa. Un vórtice de causa y efecto forjado por los dilemas medioambientales globales está cambiando el océano desde un horizonte acuoso con variados problemas regionales a un sistema global en alarmante aflicción.
Según los oceanógrafos existe un solo océano, con sus corrientes uniéndose en los mares y regulando el clima. La temperatura del mar y su química cambia al ritmo de la contaminación y las prácticas temerarias de pesca, entrelazándose para poner en peligro la fuente común de vida más grande del mundo.

Calentamiento por invernadero

En 2005, los investigadores del Scripps Institution of Oceanography y del Lawrence Livermore National Laboratory encontraron evidencia clara de que el océano está calentándose rápidamente. Descubrieron que hasta media milla desde la cima el océano se ha calentado dramáticamente en los últimos cuarenta años como resultado de la inducción de los gases del invernadero humano.
Una manifestación de este calentamiento es la fusión del Ártico. Una alta proporción de hielo recogiéndose para convertirse en agua está deteniendo su propia regeneración, acelerando un aumento de la superficie del agua que promete más calentamiento y fusión de hielos. Con el aumento de las aguas polares en los mares más frescos y tropicales más salados, el ciclo de evaporación y precipitación se vuelve más rápido, vigorizando aún más el efecto invernadero. Las corrientes del océano reaccionan a este refrescamiento causando un desplazamiento crítico que cada tres años desde 1957está llevando lentamente las aguas superiores calientes a las latitudes norteñas de Europa, alentando el miedo a un cambio cerrado y cataclísmico del clima. Esta aceleración del ciclo de causa y efecto se hará difícil de invertir, si no imposible.
La basura atmosférica también está alterando la química del mar, así como miles de compuestos tóxicos de propagación devastadora que envenenan a las criaturas marinas. El océano ha absorbido un estimado de 118 mil millones de toneladas métricas de anhídrido carbónico desde el ataque de la Revolución Industrial, con 20 a 25 toneladas que se agregan diariamente a la atmósfera.
La acidez en aumento de los niveles crecientes de CO2 está cambiando el equilibrio del PH del océano. Los estudios indican que las conchas y esqueletos de moluscos y plancton que contribuyeron a construir todo el arrecife de coral se disolverían en 48 horas de exposición a la acidez esperada del océano para 2050. Los arrecifes de coral ciertamente casi desaparecerán y, lo aún más aprensivo, tal legado afectará al plancton. El phyto plancton absorbe los gases del invernáculo, fabrica oxígeno y es el productor primario del tejido de la red de alimentos del mar.
La polución de mercurio ingresa en el tejido de los alimentos por la vía del carbón y de los residuos de la industria química, se oxida en la atmósfera y se establece en el fondo del mar. Allí es consumido, mientras se entrega mercurio a cada eslabón subsecuente de la cadena alimentaria. Hasta los predadores como el atún o las ballenas transportan niveles de mercurio tan altos como un millón de veces más que las aguas que los rodean. El Golfo de México tiene los niveles más altos de mercurio jamás registrados, con un promedio equivalente a diez toneladas de mercurio que bajan cada año a la vida por el Río Mississippi y otra tonelada agregada por las perforaciones costeras.


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